Para producir té blanco hay que hacer varios trucos: la recolección de las hojas secas, el marchitado y el secado.
En la recolección se pueden utilizar sólo los brotes de la planta (imagina: para hacer 1kg de Cui Min necesitaríamos unos 10.000 brotes) o pueden emplearse brotes y hojas.
La brujería del marchitado es fundamental para la calidad del té. El primero se hace a la sombra durante horas o días, y el segundo al sol, enlazando con el secado. Las hojas se oxidan levemente, pero no como en otros tés; al no enrular ni romper las hojas (otra de las características del té blanco es que las hojas permanecen intactas tal cual salen de la planta), la oxidación es mínima.
Si las producciones de té blanco pertenecen a las hojas jóvenes, una gran cantidad de energía que se almacena en la hoja en forma de azúcares (naturales) se despliegan en nuestra taza cuando los infusionamos; por eso son famosos por tener un carácter dulce, y de ahí que haya tanto interés en buscar los brotes… y cuantos más brotes, más magia.
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